- 27 Nov 2024
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uno de esos días donde el estrés te empuja a salir y perderte por la ciudad. Sin mucho plan, agarré mi nave y me fui lateando por la Vía Expresa. No sé si era curiosidad o simple aburrimiento, pero terminé explorando esas zonas que tienen su propio código, su propia dinámica, donde la rutina nocturna se mezcla con historias que pocos cuentan.
En la bajada de uno de los puentes, cerca de donde la oscuridad es cómplice, vi un pequeño grupo de chicas travestis. Desde lejos, llamaban la atención con sus luces LED colgadas en los tacones y atuendos ajustados, como si fueran parte de un desfile improvisado. No es un lugar glamoroso, pero ellas lo dominan con actitud.
Me acerqué con cautela, más que todo por la pinta de algunos carros estacionados alrededor. Una de ellas, alta, con cabello largo y una sonrisa que no le faltaba confianza, se acercó. “¿Qué buscas, amor? Aquí hacemos de todo, pero todo con cariño, ¿ah?” Me dijo con esa mezcla de picardía y profesionalismo que las caracteriza.
No voy a negar que el ambiente tenía su onda rara, algo entre clandestino y crudo. Pero también había humanidad. Mientras conversaba con otra que estaba más al fondo, me contó que varias de ellas vienen desde provincia. “Aquí chambeamos, mi rey, pero no creas que es fácil. La calle enseña, pero también pega fuerte,” dijo mientras retocaba su labial en el reflejo de una ventana de carro.
Las historias que se esconden bajo los puentes son tan profundas como las sombras que los cubren. Muchas llegan ahí escapando de prejuicios, buscando oportunidades o simplemente por necesidad. El negocio es el negocio, pero la calle no siempre es generosa.
En la bajada de uno de los puentes, cerca de donde la oscuridad es cómplice, vi un pequeño grupo de chicas travestis. Desde lejos, llamaban la atención con sus luces LED colgadas en los tacones y atuendos ajustados, como si fueran parte de un desfile improvisado. No es un lugar glamoroso, pero ellas lo dominan con actitud.
Me acerqué con cautela, más que todo por la pinta de algunos carros estacionados alrededor. Una de ellas, alta, con cabello largo y una sonrisa que no le faltaba confianza, se acercó. “¿Qué buscas, amor? Aquí hacemos de todo, pero todo con cariño, ¿ah?” Me dijo con esa mezcla de picardía y profesionalismo que las caracteriza.
No voy a negar que el ambiente tenía su onda rara, algo entre clandestino y crudo. Pero también había humanidad. Mientras conversaba con otra que estaba más al fondo, me contó que varias de ellas vienen desde provincia. “Aquí chambeamos, mi rey, pero no creas que es fácil. La calle enseña, pero también pega fuerte,” dijo mientras retocaba su labial en el reflejo de una ventana de carro.
Las historias que se esconden bajo los puentes son tan profundas como las sombras que los cubren. Muchas llegan ahí escapando de prejuicios, buscando oportunidades o simplemente por necesidad. El negocio es el negocio, pero la calle no siempre es generosa.